Bienvenidas/os
a la (redoble de tambores….. confeti….Luces de neón….y por supuesto mis gritos de locaaaa) a la nueva sección del
blog titulada:
Y
ahora me diréis y exactamente que es???
Es el rincón a partir de ahora de cualquier
escritor/ra que quiera contarnos cualquier cosa, bien sobre su próxima novela,
bien regalarnos un epílogo extra, o tal vez una probada de alguna historia que
nunca acabó y quedó en un cajón….bien una portada… una Sinopsis…. Lo que sea, iremos invitándolas y podrán
decidir que contarnos …. Será su rincón de su "libre albedrío"…
No me digáis que
no estáis contentas!!!
Yo por mi parte estoy emocionada a morir, cómo que estoy
muy muy emocionada y feliz de presentarla (se nota no?? Jajaja) porque nuestra
Inauguradora y que corta la cinta para que paséis y disfrutéis… es alguien que amamos, que adoramos sus
libros, sus personajes protagonistas, su personajes secundarios y para mi (y me
consta que para muchas) es la reina de los epílogos, y como es un encanto de
persona, con un gran corazón, nos hace el regalazoooo (yo por mi parte estoy que me
como las uñas después de leerla) nos adelanta un capítulo del que será su
próximo libro y como es así de espléndida y nos re-mima siempre que puede, en
exclusiva la portada que vais amar y seguro os sorprenderá ¡!!!
Bienvenida ANNA GARCÍA a tu casa y gracias de corazón por estrenar la nueva sección mensual!!!!
ANNA GARCIA
Hola!!!
Pues resulta que tengo el honor de inaugurar este trocito del blog en el que se nos va a dar la opción a los autores de contaros lo que queramos…. (No sé yo si estas chicas saben lo que hacen, porque de aquí puede salir cualquier cosa…. jajajaja)
Podría contaros muchas cosas, pero dándole vueltas, creo que lo que más ilusión os va a hacer es calmar vuestras ansias por devorar otra de mis historias. Así que …. ¿vosotras lo habéis querido!!
Os regalo un par de caramelos …. Uno, lo que será la portada para la edición Kindle. Y dos, un capítulo entero. No es el primer, tampoco el último …… uno del medio, dónde la trama ya está casi del todo contada… (sonrisa) y guiño!
Espero que lo disfrutéis mucho!!!
Gracias por esta oportunidad y por el honor de dejarme dar el pistoletazo de salida a esta gran aventura!!!!
PORTADA
CAPÍTULO 9
ALGO EN COMÚN
Anna García
Elliott
Abro los ojos de
forma perezosa, intentando acostumbrarme a la luz que entra por la ventana.
Enseguida me doy cuenta de que su cabeza reposa en mi hombro y de que mi brazo
rodea su torso desnudo. No puedo verle la cara, pero sí escucho su respiración
relajada. Me quedo embobado mirando cómo su mano sube y baja al compás de mi
pecho. Su piel blanca y delicada contrasta con la mía, algo más morena y
curtida, llena de moratones producto de los lances de los partidos semanales.
Incluso en eso somos diferentes… ¿Cómo puedo sentirme tan bien a su lado? ¿Por
qué tengo la necesidad de estar con ella?
Al instante, se
me empiezan a ocurrir muchas más preguntas… ¿Cómo me tengo que comportar a
partir de ahora? Quiero verla a menudo, eso está claro, pero no sé si ella quiere
verme de la misma forma que yo a ella. O sea, ¿quiere verme porque nos
encontremos por casualidad o quiere que nos veamos porque hayamos quedado a
propósito? ¿Quiere que nos veamos de vez en cuando y quizá follar alguna que
otra noche o quiere que nos acostemos más asiduamente?
—Oh, joder…
—maldigo en voz baja.
Rachel se remueve
y me quedo inmóvil, incluso sin respirar. Se da la vuelta, tirando de la
colcha, dejándome totalmente desnudo. Aprovecho para levantarme y, después de
ponerme el calzoncillo, camino hacia la puerta de forma sigilosa.
—¿Te vas?
—escucho su voz a mi espalda.
Me doy la vuelta
lentamente y sonrío al ver la expresión soñolienta de su cara. Vuelvo a la cama
y me siento a su lado.
—¿Debería
hacerlo?
Rachel rehúye mi
mirada y estruja la colcha entre sus dedos.
—Creía que mis
confesiones de ayer te lo habían dejado lo suficientemente claro…
—También sé que
tienes en gran consideración lo que una máquina opina de nosotros, así que no
tengo muy claro qué quieres que haga. —Rachel se sienta en la cama, tapándose
con el edredón. Sigue sin mirarme a los ojos, así que acerco mi mano a su
mejilla y la acaricio. Cuando lo hago, añado—: No quiero que pienses que quiero
huir, pero tampoco quiero hacer nada que te haga sentir incómoda…
—¿Quedándote, te
sentirías incómodo?
—Eh… No… De
hecho… —No puedo seguir hablando, pero la sonrisa tímida que se dibuja en mis
labios me delata.
—Y me gustas… A
pesar de… todo lo que nos separa.
—Y tú a mí —le
confieso aliviado.
Rachel sonríe,
aunque a los pocos segundos, se tapa la cara con ambas manos.
—Qué vergüenza…
—dice.
Agarro sus
muñecas y la obligo a mirarme de nuevo. Acerco mi boca a la suya hasta que
nuestros labios se rozan.
—Además, ¿qué
cojones sabe esa máquina de compatibilidades? ¿Acaso nos ha visto en la cama?
—le pregunto, moviendo las cejas arriba y abajo.
Al instante, me
abalanzo sobre ella, al tiempo que rodea mi cuello con sus brazos y ríe a
carcajadas. No somos tan diferentes… Pero, si lo somos, ¿qué más da?
Rachel
—Hoy tengo todo
el día ocupado… —digo mientras miro mi agenda, apoyada sobre la encimera de la
cocina, con una taza de café en la mano y el pecho de Elliott contra mi
espalda.
—Está bien. ¿Y
mañana?
—Tengo un par de
reuniones con unos clientes por la tarde… ¡pero de once a doce de la mañana
estoy libre!
—Se supone que a
esa hora debería de estar cambiando las cañerías en casa de un cliente…
—Pues… ¿qué me
dices del viernes por la tarde? —pregunto, después de pasar varias hojas de la
agenda.
—Los viernes
tengo partido…
—Oh.
—¿Qué me dices
del sábado por la noche?
—Tengo que
asistir a una cena benéfica que organiza el Colegio de Abogados de Nueva York…
Se lo prometí a Kelly, y no me puedo escaquear…
—Bueno, podría
faltar al partido…
—No, no, no… No
quiero que cambies tus planes por mí.
Una parte de mí
quiere sugerir la única opción posible que nos queda: que cada tarde, al acabar
de trabajar, se venga a mi casa en lugar de a la suya y no se marche hasta la
mañana siguiente.
—Bueno, pues…
¿Nos llamamos… digamos… el domingo? —me pregunta.
Vale… Puede que
sea muy precipitado.
—Sí, vale. El
domingo es perfecto —contesto con demasiada efusividad, cuando, en realidad, sé
que no verle hasta dentro de cinco interminables días, va a ser una verdadera
tortura.
—De acuerdo…
—Bien…
Cuando me doy la
vuelta, justo después de dejar la taza, nos limitamos a mirarnos durante unos
segundos. Mis altos tacones permiten que nuestras caras queden a la misma
altura. Al rato, apoyo las palmas de las manos en su pecho y aliso su camisa de
cuadros.
—Hasta el domingo
—susurra.
—Sí…
Entonces, rodea
mi cintura con un brazo, coloca su otra mano en mi nuca y me besa con firmeza.
Cuando se separa de mí segundos después, mientras se aleja hacia la puerta
principal, me veo obligada a agarrarme a la encimera.
¿Hasta el
domingo? Se me va a hacer eterno… Está claro que no tengo una vida tan
ajetreada como para no haber sido capaz de encontrar un hueco para verle. Puede
que, en realidad, tenga miedo de hacerle un hueco en mi agenda. O en mi vida.
Puede que ambos tengamos miedo de hacerlo.
Elliott
Tenía la
esperanza de que ese beso la hiciera recapacitar, pero no fue así. Puede que
quisiera que… no sé… quizá que me pidiera que me pasara por su casa alguna
noche, o que me invitase a acompañarla a esa cena benéfica… O podría haberla
invitado yo al partido…
¿A quién quiero
engañar? Sé perfectamente por qué no se lo he dicho, y es por el mismo motivo
por el que ella no me lo ha pedido a mí: porque dejarnos ver juntos, como
pareja, frente a nuestros amigos y conocidos, sería ir un paso más allá.
Además, llenarse de barro hasta las rodillas no su plan ideal para un viernes
noche y rodearme de tipos estirados con los que no sabría de qué hablar tampoco
es el mío para un sábado noche. Ella necesita a alguien con una estabilidad económica
que yo no tengo, alguien con clase, con un buen trabajo… y sin antecedentes
penales.
En ese momento,
me acuerdo de él y de que esta semana he estado algo ocupado y no me he
acordado de llamarle.
—Mierda…
—resoplo.
Sé que hasta
ahora no he conseguido hablar con él. De hecho, ni siquiera he podido escuchar
su voz, pero no estoy dispuesto a rendirme. Necesito hacerle saber, de alguna
manera, que sigo aquí… A pesar de no tener ningún derecho a hacerlo… No siempre
me cogen el teléfono, y sé que las veces que lo hacen, es gracias a la madre de
Steph. Siempre le caí bien, no como a su marido y, a pesar de que soy
consciente de que nunca me perdonará por lo que hice, una parte de ella sigue
creyendo en mí. Ella confiaba en el criterio de su hija, y siempre decía que
algo debió ver su hija en mí como para enamorarse de mí. A día de hoy, incluso
yo sigo preguntándome qué fue.
—No necesita nada
y no quiere hablar contigo —dice el padre de Steph nada más descolgar, con voz
cansada—. Deja de llamarle…
—¡Espere! —le
pido cuando intuyo que va a colgar—. ¿Cómo sabe que no quiere hablar conmigo?
¿Acaso se lo ha dicho él? ¿Sabe que existo? ¿Qué le han contado de mí? Déjeme
hablar con él…
—No.
—Pero…
—No.
—Soy su padre.
—Tengo unos
papeles que certifican que no tienes la custodia. Podrás ser su padre
biológico, pero, para Holden, estás muerto.
—¡¿Qué quiere
decir con que estoy muerto?! ¡¿Le han dicho que estoy muerto?! ¡Señor Miller!
—Insisto al ver que él no me contesta, así que, llevado quizá por la ira, o por
la impotencia, le amenazo—: ¡Voy a luchar por recuperarle! ¡¿Me escucha?!
¡Quiero a mi hijo!
—¡No me hagas
reír! ¿Quién en su sano juicio le daría la custodia de un niño a un asesino?
Buena suerte con eso…
Rachel
Es viernes y la
semana ha pasado horrorosamente lenta. Además, tener a Elliott todo el día en
la cabeza, deseando recibir algún mensaje o llamada suya, no ayuda en nada a
mantener mi sano juicio. Así pues, llevo varias horas sepultada tras unas pilas
infinitas de papeles cuando la puerta del despacho se abre y entra Kelly. Lleva
algo en las manos, pero no atisbo a verlo bien hasta que no la tengo delante y
lo deja caer sobre mi mesa.
—Kelly… ¿Qué es…?
—El primero de
tus gatos. Enhorabuena.
—Pero…
En ese momento,
el animal se acerca a una de las pilas de papeles y se rasca contra ella,
provocando que la mayoría de ellos caigan al suelo.
—¡Kelly! —grito
cabreada, poniéndome en pie de golpe y asustando así al pobre animal.
—¡¿Qué?!
—¡Mira la que has
liado!
—¡Yo no he sido!
¡Ha sido Mortimer!
—¿Mortimer?
—¡El gato!
—¿Qué clase de
nombre es Mortimer?
—Ojito, no vaya a
ser que hieras sus sentimientos e incluso él te abandone.
—¡Pues mejor,
porque yo no quiero un gato!
—Eso tampoco es
culpa mía. Eres tú la que se empeña en permanecer soltera y sin compromiso por
el resto de sus días.
—¿Aún estás con
eso?
—¿Cómo no quieres
que lo esté? Tienes una sesión de sexo increíble con un tipo sexy con avaricia,
¿y tú sacas la agenda para volverle a ver? ¡Por el amor de Dios, Rachel! ¡Borra
todos tus compromisos y vuélvelo a meter en tu cama de inmediato!
—¡No puedo hacer
eso!
—¡Sí puedes!
¡Pero eres una cagada y una… esnob!
—¡¿Esnob?!
—¡Pues sí, porque
estás esperando a que venga a rescatarte un príncipe azul montado en un jaguar,
que te lleve a esquiar y para tu cumpleaños te lleve a Paris! ¡¿Qué más da que
tu príncipe conduzca una furgoneta y solo se pueda permitir llevarte al cine de
vez en cuando?!
—No lo entiendes…
—digo, bajando el tono de voz.
—Sí lo entiendo,
sí. Eres idiota, y punto. —En ese instante, el gato se me refriega contra una
pierna y ronronea reclamando algo de cariño. Kelly le señala y dice—: Está
castrado, así que contrólale la dieta porque se pondrá gordo como un ceporro.
En cuanto dice
eso último, se da la vuelta y se dispone a salir por la puerta. Cuando logro
recuperarme del shock, la detengo:
—¡¿A dónde vas?!
—¡He quedado con
Alexander!
—¡¿El heredero de
los McAllister?!
—¡El mismo!
—contesta con una seguridad pasmosa.
—¡¿Y yo soy la
esnob?!
—¡Yo no tengo
remedio y mis pies no soportan llevar zapatos de menos de cien dólares que mi
sueldo no me permiten! ¡Necesito una ayuda extra de vez en cuando!
—¡¿Sales con él
solo para que te compre unos zapatos?!
—¡Zapatos ya
tengo, pero un bolso nuevo no me vendría mal!
—¡Qué rastrera
interesada…!
—¡Lo que tú
digas!
—¡¿Por qué nos
estamos gritando?!
—¡Porque eres
idiota! ¡Y yo tu amiga! ¡Y me preocupo por ti! ¡Y me da rabia que tires tu
futuro por la borda!
Nos miramos
durante unos segundos, en silencio. Entonces, sus labios se curvan hacia arriba
mientras se encoge de hombros.
—Pásalo bien esta
noche con tu nuevo amigo.
Miro pasmada cómo se cierra la puerta a su espalda. Entonces, Mortimer da un salto desde el suelo hasta
la mesa y se sienta frente a mí, moviendo la cola de un lado a otro. Me mira
como si me preguntara:
—¿Y bien? ¿Cuál
es el plan para esta noche?
Frunzo el ceño y
le observo durante unos segundos, hasta que entonces soy plenamente consciente
de lo que quiero hacer.
Elliott
—¿Y por qué no la
has llamado? —me pregunta Ian mientras efectuamos unos estiramientos.
—Porque tenía la
agenda muy llena y…
—No te lo tomes a
mal —me corta—, pero, después de lo que hiciste por ella el otro día, que no
tenga tiempo para ti hasta el domingo, no dice mucho de tus dotes amatorias,
colega.
Le escucho cada
vez más convencido de que tiene razón. Por suerte para mí, el partido empieza
pocos minutos después. Para mi desgracia, y para la de mi equipo, no estoy todo
lo concentrado que debería y recibo un placaje tras otro. El campo está muy
embarrado por culpa de la lluvia intensa de anoche, así que al menos caigo
sobre suelo blando. A pesar de eso y del tiempo desapacible que hace, nuestras
incondicionales seguidoras, las esposas, novias e incluso hijos de casi todos
mis compañeros de equipo, han venido a animarnos como cada semana.
Llevamos una
media hora de juego y perdemos por un ensayo cuando recibo el balón y al verme
libre de marca, empiezo a correr como alma que lleva el diablo. Por el rabillo
del ojo veo cómo un contrario que me debe de sacar diez centímetros, y unos
veinte kilos de peso, se me acerca con una agilidad inusitada para su
envergadura. Aprieto los dientes y hago verdaderos esfuerzos para luchar con el
peso del barro que se acumula en mis botas.
—¡Corre, Elliott,
correeeeeeee!
Espera… Esa voz…
¿Es…? ¿Es ella? De forma inconsciente, aminoro el ritmo y la busco con la
mirada. Para mi desgracia, antes de poder encontrarla, el tipo enorme se lanza
hacia mí y, golpeándome por el costado, me hace un placaje que me saca del
terreno de juego. Su cuerpo me aprisiona el pecho, impidiéndome respirar con
normalidad, así que le golpeo para que se quite de encima. El tipo me obedece,
pero me levanta a mí a la vez y, agarrándome por la camiseta, siento cómo mis
pies dejan de tocar el suelo durante unos segundos. Cuando mi espalda choca de
nuevo contra el suelo, cuando dejo de ser una diversión para el mastodonte, no
puedo evitar encogerme de dolor.
—¿Elliott…?
Vuelvo a escuchar
su voz y, olvidándome por completo del dolor de espalda, me pongo en pie de un
salto. Entonces la veo, de pie en uno de los laterales del campo, a pocos
metros de mí. Vestida con una falda de tubo, medias, camisa y americana, con un
bolso colgado del hombro, abrigada con un enorme pañuelo que le cubre cuello y
hombros, me mira preocupada, sin darse cuenta de que se acaba de convertir en
el centro de todas las miradas. Camino lentamente hacia ella, aprovechando que
se ha detenido el juego durante unos segundos.
—¿Qué…? —balbuceo
mirándola de arriba abajo.
—¡Ese tío es un
desalmado! —grita señalando al mastodonte, sin ningún miedo.
—No… Ha hecho lo
que tenía que hacer…
—¿Perdona? Ha ido
a por ti de forma descarada.
—Claro.
—Para hacerte
daño…
—No… Para
pararme.
—Pues no entiendo
esta brutalidad de deporte, si es que se le puede llamar así a… esto —asegura,
abriendo los brazos, señalando alrededor.
Intento sonreír,
pero tuerzo el gesto formando una mueca patética. Todos nos miran, las mujeres
con más atención ya que están más cerca y porque no se deben de poder creer que
alguien en su sano juicio haya decidido venir al campo vestida de esta manera.
Cuando Rachel ve que las miro de reojo, se fija en ellas y entonces se da
cuenta de cómo van vestidas, ataviadas con sus vaqueros, botas de agua y
anoraks. Algunas incluso con gorros y bufandas. Se mira los pies, hundidos
completamente en el barro, que le llega hasta más arriba de los tobillos, y se
me escapa la risa.
—¿Te puedes
mover? —le pregunto.
—No creo…
—responde con la cabeza agachada—. Vine directamente desde el despacho y no
tuve tiempo de cambiarme y…
—¿Quieres decir
que, si hubieras tenido tiempo, te habrías puesto algo así? —le pregunto,
señalando a los pies de las chicas.
—Bueno… No, pero…
—Chasquea la lengua y entonces intenta darse la vuelta—. Esto no ha sido buena
idea.
La detengo,
agarrándola del brazo con suavidad.
—Ha sido una idea
fantástica —susurro en voz baja.
Me acerco a ella
y la miro de arriba abajo, con una sonrisa de medio lado dibujada en mi cara.
En un principio, dudo si tocarla o no, porque estoy sudando y lleno de barro,
pero entonces la abrazo y, ladeando la cabeza, la beso. Al rato escuchamos los
vítores de mis compañeros de equipo e incluso de alguno de los rivales, aunque
durante unos segundos, no hacemos caso de ellos. Solo quiero besarla, sin abrir
los ojos, porque así, si no nos vemos, no parecemos tan diferentes.
—¡Eh, vamos,
tortolitos! ¡Dejad algo para luego!
—¡Largaos a un
hotel!
—¡Basta ya, ¿no?!
Sin dejar de
besarla, levanto una mano y les enseño el dedo corazón, pero, al rato ella se
separa y, cogiendo mi cara entre sus manos, me dice sonriendo:
—Te reclaman.
—No te vayas, por
favor… —le pido.
—No lo haré.
—¿En serio?
A pesar de que
asiente con la cabeza, vuelvo al terreno de juego caminando de espaldas, como
si quisiera asegurarme de que no se irá en cuanto me dé la vuelta. Luego le
guiño un ojo y, sonriendo de oreja a oreja, con el corazón latiendo a mucha
velocidad, vuelvo con el grupo para proseguir con el partido.
—Se te ha puesto
cara de gilipollas… —me susurra Ian en cuanto se coloca a mi lado.
—¿Tiene pasta o
qué? —me pregunta Brian.
—¿Dónde has
conocido a esa? No tiene pinta de ser una fanática del rugby o de la escalada…
—interviene Pete.
—¿Seguimos o qué?
—pregunto sin hacer caso de su interrogatorio.
—¿Es tu novia?
—insiste John.
—Es la que le
desatasca las cañerías —contesta Ian moviendo las caderas hacia delante y hacia
atrás, de forma obscena y nada disimulada. A pesar de la colleja que le doy, ni
se inmuta—. Ya me entendéis…
Antes de que el
juego se vuelva a poner en marcha, la miro sin poder dejar de sonreír. Mueve la
cabeza a un lado y a otro, abrazándose el cuerpo con los brazos. Se la nota
incómoda, y fuera de su ambiente, hasta que nuestros ojos se encuentran y
sonríe de nuevo. De repente, cuando lo hacemos, nada parece estar fuera de
lugar, todo parece encajar.
Rachel
Tengo frío, estoy
sucia y no entiendo nada de lo que sucede frente a mis ojos. Me limito a seguir
a Elliott con la mirada por todo el campo, después de intentar entender, en
vano, por qué pugnan por esa especie de melón sin compasión alguna. Tengo que
reconocer que verle correr, sucio y sudoroso, o verle esquivar contrarios, me
pone bastante. No puedo decir lo mismo cuando le derriban sin ningún
miramiento, menos aun cuando un mastodonte de más de dos metros le cae encima.
Por el rabillo
del ojo veo a unos niños jugando cerca de mí. Imitando a los mayores, se lanzan
un balón, algo más pequeño, mientras se tiran al suelo de forma premeditada.
Cada centímetro de su cuerpo está manchado de barro, pero sus madres, que doy
por hecho que deben de ser algunas de las chicas situadas a unos metros de mí,
no les dicen nada. Será habitual, pienso mientras se forma una mueca de asco al
imaginarme a un monstruo de estos sentado en mi coche, o teniéndole que bañar
al llegar a casa.
Entonces me fijo
en esas chicas, que charlan de forma animada, ríen a carcajadas y, de vez en
cuando, entonan algún grito de ánimo hacia los chicos. Todas van vestidas de
forma muy informal, con vaqueros o incluso chándal, botas de agua o de montaña,
anorak y gorros. Algunas sostienen una taza de café entre las manos y de vez en
cuando, aunque intenten disimularlo, me miran y cuchichean. No puedo evitar
agachar la cabeza, algo incómoda. Estoy totalmente fuera de mi ambiente, y
empiezo a sentir que no encajo aquí, pero entonces, de forma casual, vuelvo a
prestar atención al partido y veo a Elliott mirándome fijamente. Me sonríe y
mis dudas se esfuman de golpe: estoy justo donde quiero estar. Levanto una mano
y le saludo, gesto que él imita con timidez. En ese momento, vuelve en sí y
corre hacia un contrario para placarle. Cuando lo consigue, se limpia con el
brazo unos restos de barro de la cara y escupe al suelo. Si su intención es
pavonearse frente a mí, demostrar su hombría, doy fe de que su estrategia funciona
a la perfección, e incluso empiezo a plantearme hacerme asidua a estos
partidos.
No entiendo bien
lo que sucede a continuación, pero los dos equipos se ponen uno frente al otro,
todos agarrándose por los hombros, embistiéndose de frente. Todo muy bruto,
aunque jodidamente sexy.
Poco después,
parece que el partido acaba. No sé quién ha ganado, pero todos se saludan con
deportividad. Elliott recoge una bolsa de deporte, se pone una sudadera encima
del sucio uniforme y se acerca hasta mí.
—¿Nos vamos?
—¿No te duchas?
—No hay
vestuarios… —me contesta—, pero, aunque los hubiera, esperaba poder comprobar
por mí mismo si tu nueva caldera funciona correctamente.
Me mira
levantando una ceja, de forma socarrona. Intento ponerle las cosas difíciles,
hacerle ver que no voy a caer rendida a sus encantos tan fácilmente, pero mi
cuerpo me delata. Mis rodillas empiezan a flaquear, mis mejillas se sonrojan y
mi labio siente la necesidad de ser mordido con saña…
—Eh… Hola… —Nos
interrumpe uno de sus amigos, que se acerca con tiento—. ¿Hace falta que te
llevemos a casa o…?
—No. Creo que no
hará falta, Ian. Me… voy con Rachel.
—De acuerdo. Nos
vemos, entonces…
El amigo de
Elliott parece no querer irse y no deja de mirarme, sonriendo, así que casi me
veo obligada a hablar.
—Encantada, Ian.
—Igualmente,
Rachel. Soy…
—Eres ese Ian,
¿verdad? El de los mensajes…
—Ajá.
—Pues… Gracias.
—Se lo agradezco de corazón, con una enorme sonrisa dibujada en los labios.
—Cuida de él,
¿vale? —Me pide, sin dejar de asentir con la cabeza—. Va de chulito, pero es
todo fachada.
—Lo tendré en
cuenta —respondo.
Elliott le empuja
levemente y tras chocarse las manos, nos quedamos solos de nuevo. Según puedo
observar, los críos que jugaban antes a mi alrededor son los hijos de Ian y una
de las chicas que me repasaba de arriba abajo, su mujer.
—¿Nos vamos?
—Me parece que
voy a necesitar algo de ayuda… —le contesto, señalándome los pies, hundidos
completamente en el barro.
Entonces, ni
corto ni perezoso, me coge en brazos sin ninguna dificultad. Me agarro de su
cuello mientras río a carcajadas.
—No ha sido tan
difícil.
—Espera, mis
zapatos siguen anclados en el barro.
Me mira los pies,
enfundado en las medias, y luego mira el hueco en el barro que han dejado. Me
mira a la cara, las comisuras de los labios se le curvan hacia arriba y, sin
darme tiempo para quejarme, me cuelga de su hombro para evitar posarme en el
suelo mientras él mete la mano y rescata mis pobres zapatos. Mira el taconazo
de diez centímetros y ríe negando con la cabeza.
—¿Qué? —Le
pregunto cuándo empieza a caminar, cargando conmigo en sus brazos.
—Nada.
—En serio,
suéltalo.
—Solo a ti se te
ocurriría venir con esto en los pies…
—No sabía que se
exigía un código de vestimenta específico —contesto, al tiempo que llegamos a
mi coche y me deja en el suelo—. ¿Podrías poner la sudadera encima del asiento
para no mancharme la tapicería?
Me mira torciendo
el gesto, con una ceja levantada, justo antes de contestar:
—¿Desde cuándo le
tienes tanto aprecio a la tapicería de tu coche? Supongo que será después de
aquella noche…
—¿Te vas
caminando?
—¿A mi casa,
dices? —me pregunta retándome, con tono provocador.
—Sube y calla.
Elliott
El agua pica
contra mi espalda, rebotando en todas direcciones. Con las manos apoyadas en
las baldosas y la cabeza agachada, intento recuperar el aliento después de una
más que satisfactoria sesión de sexo. Rachel destapa en mí unos sentimientos
que creía enterrados, o incluso muertos. Cuando la toco y la beso, necesito
más, no consigo saciarme de ella… y eso me desconcierta.
—¿Te apetece
cenar algo? —Escucho que me pregunta.
—Vale —contesto
sacando la cabeza por detrás de la mampara de la ducha.
Enfundada en su
albornoz y con el pelo envuelto en una toalla, me mira con unos cuantos
prospectos de restaurantes a domicilio en las manos.
—¿Te gusta el
sushi? —me pregunta ilusionada.
—Eh…
—¿No te gusta?
—No lo sé… Soy
más de pizza y bocadillos, supongo… Pero puedo probarlo. A lo mejor me gusta.
—Podemos pedir
otra cosa si…
—No, no, no.
Perfecto. Sushi.
—Vale, pues voy a
llamar para pedirlo.
—Genial.
Cuando salgo de
la ducha minutos después, me anudo una toalla a la cintura y salgo a la
habitación para buscar mi ropa, que, si no recuerdo mal, tiramos al suelo de
cualquier manera. Al no encontrarla, salgo de la habitación y miro en el
pasillo, sin suerte. Bajo las escaleras y camino hacia la cocina, donde escucho
la voz de Rachel, encargando la cena.
—No encuentro mi
ropa —digo en cuanto cuelga.
—Porque te la he
puesto a lavar.
—Ah. Y… ¿Qué se
supone que me voy a poner…?
—Bueno, pues
tenía la esperanza de que no te pusieras nada —contesta sin ningún pudor,
acercándose a mí. Apoya las palmas de las manos en mi pecho desnudo y
prosigue—: Al menos hasta que acabe la secadora, dentro de… pongamos… dos
horitas más o menos. ¿Crees que podrás esperar hasta entonces o pretendes salir
huyendo antes?
Sonrío mientras
hago ver que me lo pienso y ella me mira divertida.
—Bueno, has
prometido alimentarme, si es que a esta cosa se le puede llamar comida —digo
mirando el prospecto del restaurante, con el ceño fruncido—, así que supongo
que podré aguantar…
—¡Oye! Te dije
que podíamos pedir otra cosa… —Asegura, intentando darme un manotazo sin éxito,
porque consigo agarrar su mano a tiempo.
Entonces miro
nuestras manos agarradas y acaricio su piel con el pulgar. Es tan suave y
delicada… Nuestras miradas se encuentran y el aire entre nosotros parece
hacerse más denso. Trago saliva con dificultad, abrumado por la situación,
hasta que su voz me devuelve a la realidad de nuevo.
—¿Quieres bailar?
—¿Cómo?
Rachel se encoge
de hombros y me doy cuenta de nuestra postura. Mi brazo rodeando su cintura, el
suyo alrededor de mi cuello y nuestras manos en el aire, con los dedos
entrelazados. Sonrío agachando la cabeza, intentando esconder todo lo que estoy
empezando a sentir por ella. No quiero que vea la cara de bobo que pongo cuando
me sonríe, ni cómo me sonrojo cuando me acaricia.
Pero entonces
siento unos arañazos en la espalda que consiguen que mi expresión de bobo se
esfume de un plumazo.
—¡Joder! —grito,
separándome de ella al instante.
Me llevo una mano
a la espalda y agarro el lomo de algo peludo. Lo sostengo en el aire para
descubrir que es un gato. Nos miramos fijamente, justo antes de que me intente
dar un zarpazo. Lo lanzo sin ningún miramiento, pero el animal se las arregla
para caer de pie, con agilidad y elegancia, y luego se acerca de forma sigilosa
a Rachel.
—¿Qué cojones es
esto…?
—Pues un gato.
—¿Tienes un gato?
—Desde hoy, sí.
—¿Desde hoy?
—Es una larga
historia… Elliott, te presento a Mortimer.
—¿Mortimer? ¿Qué
mierda de nombre es ese?
—Shhhh… Modera tu
lenguaje, parece ser que es bastante susceptible con ese tema en particular.
—Me mira como
si… me odiara —digo, mirando al animal
de reojo, que sigue frotándose contra las piernas de Rachel. Si no fuera una
locura, apostaría incluso que sonríe con superioridad.
—Te ha salido un
duro competidor… —contesta ella de forma desafiante—. Parece ser que tendrás
que luchar por mí.
Por suerte, el
timbre de la puerta suena para salvarme de esta situación incómoda.
—Abre tú —me dice
enseguida, tendiéndome un par de billetes de veinte dólares—. No quiero que me
vean de esta guisa.
—Y es mejor que
me vea a mí de esta, ¿no? —pregunto, señalándome la toalla anudada en mi
cintura con ambas manos.
Rachel
—¿Y qué dices que
es esto? —me pregunta, mirando fijamente lo que sostiene entre los dedos.
—Huevas de
salmón.
—¡La hostia! ¡Qué
mal suena!
—Pero está bueno.
Pruébalo.
Se lo mete en la
boca sin dudar y mastica mirando al techo. Después de tragar, se toma su tiempo
antes de dar su veredicto.
—No está mal.
—¿Seguro que no
quieres un poco de vino?
—Seguro.
—¿Y una cerveza?
—Prefiero agua.
—Le miro con el ceño fruncido, así que se ve obligado a aclarar—. No tomo
alcohol.
—¿Nada? —Niega
con la cabeza, de forma tajante—. Siento no poder ofrecerte otra cosa que agua…
Pero puedo ir a comprarte un refresco, si quieres…
—Tranquila. Estoy
bien.
—¿Pero nada de
nada?
—Nada de nada.
—Guau… ¿Ni
siquiera un sorbo de champan en las celebraciones?
—¿Tan raro parece?
—Pues… sí. En un
tío como tú, sí.
—¿Un tío como yo?
—Sí… O sea…
Tienes pinta de… chico malo. Con todos esos tatuajes, magulladuras y cortes… Y
los chicos malos, beben y fuman… —Aprieta los labios hasta convertirlos en una
fina línea—. Pero lo has probado, ¿no? O sea, te habrás emborrachado alguna
vez, ¿no?
Carraspea para
aclararse la voz.
—Tuve alguna mala
experiencia que otra, sí.
—Sé de qué me
hablas —digo, golpeando su hombro con el mío—, aunque no lo creas…
Se me escapa la
risa y entonces le vuelvo a pillar mirándome embobado. Enseguida cambia la
expresión porque, por alguna razón que desconozco, no quiere mostrarme sus
sentimientos, aunque los conozco. Yo, en cambio, no temo hacerlo. De hecho, que
hoy me haya presentado en el partido, ha sido una forma de demostrarle que me
da igual que seamos tan diferentes. No tengo ni idea de rugby, no he visto un
partido en mi vida y no entiendo por qué no se pueden pasar el melón ese sin
necesidad de darse golpes, pero estoy dispuesta a entenderlo. Por él. Me gusta
de veras, cada vez más, aunque siento que hay algo en él que desconozco.
Elliott ha construido una barrera a su alrededor, que no sé si voy a ser capaz
de echar abajo, aunque no dudaré en intentarlo.
Elliott
—¿Sabes qué?
Mañana voy a ir de compras.
—Ajá…
—Voy a comprarme
unas botas de esas…
—¿Botas de esas…?
—Sí… De esas para
poder ir a los partidos sin hacer el ridículo. —Levanto la vista del plato de
sopetón, con los ojos muy abiertos—. ¿Por qué me miras así? ¿No te parece bien…
—Me parece
estupendo que te compres unas botas —le contesto, intentando disimular mi
alegría.
—Y… Que… ¿vaya a
verte de vez en cuando…?
—También… De
hecho, mucho más.
—De acuerdo
—contesta agachando la cabeza, con una sonrisa tímida dibujada en los labios.
—Pero no hace falta
que te compres nada…
—¿Bromeas? ¿Has
visto cómo me miraban las demás? —Niego con la cabeza—. Pues eso, que necesito
unas botas y ropa pordiosera con carácter urgente.
—¿Ropa
pordiosera?
—Sí… Ya sabes…
Vaqueros y jerséis enormes de lana…
—¡Ah! Ropa cómoda,
quieres decir.
—Será todo lo
cómoda que tú quieras, pero seguro que no realzará mi figura.
—Pues yo estoy
seguro de que estarás preciosa igual…
—Lo que tú digas…
—De hecho, estoy
deseando verte vestida con tu nuevo uniforme pordiosero.
—Para que veas de
lo que soy capaz de hacer por ti. A ver cuándo me devuelves el favor.
—A ver…
Rachel
—No me has dicho
nada de mi vestido… —comenta Kelly en cuanto entramos en el enorme salón donde
se celebra la cena benéfica.
—Porque, aunque
es precioso, no estoy de acuerdo con tu forma de hacerte con él.
—Él me lo regaló…
Yo no se lo pedí…
—Pero tampoco lo
rechazaste.
—Los regalos no
se rechazan. Es de mala educación.
—Kelly, ese
vestido es como si fuera un pago por… follar contigo. Técnicamente…
—Y también los
zapatos. El bolso ya lo tenía.
—¡Kelly! ¡Te
estás aprovechando de ese pobre chico!
—Créeme, será
muchas cosas, pero pobre, te aseguro que no. Además, le he dicho que no estaba
del todo segura de mis sentimientos hacia él.
—¿Qué
sentimientos hacia él?
—Ni idea, ya se
lo dije.
—¡Kelly, no
puedes jugar así con los tíos!
—¿No?
—¡No!
—Vaya… No lo
volveré a hacer, lo prometo.
—¿Por qué no te
creo?
—Porque me
conoces demasiado bien. A lo que íbamos… Entonces, ¿te plantaste en el partido?
—Ajá.
—¿En tacones?
—Así es.
—Con un par de
huevos, sí señora —dice Kelly alzando la palma de la mano para que se la
choque—. Y luego te lo llevaste a casa…
—Y probamos la
resistencia del calentador de agua, durante una hora más o menos… Y luego
cenamos, él con una toalla cubriendo sus partes, porque metí su ropa en la
lavadora…
—¡Por Dios, pero
qué orgullosa estoy de ti!
—Y cuando su ropa
estaba limpia y seca, le dije que, si quería, ya podía salir huyendo…
—¿Y qué hizo?
—No hacerlo hasta
esta mañana… —contesto, mordiéndome el labio inferior.
—Te gusta. Y
mucho.
—Bueno…
—No disimules.
—El sexo con él
es increíble…
—No es solo por
el sexo. Te gusta de verdad. Estás enamorada.
—¡No!
—Para ser
abogada, mientes fatal. —Agacho la vista a mis manos, que sostienen una copa de
vino y un canapé. Resoplo, resignada, justo antes de que ella añada—: Es normal
que te guste, sois casi compatibles.
—Somos totalmente
incompatibles… La máquina fue muy generosa con nosotros.
Levanto la vista
mientras niego con la cabeza. Miro alrededor y observo a las personas que nos
rodean. La mayoría, compañeros de profesión que han venido acompañados de sus
parejas. Unos conversan animadamente, otros dan cuenta del abundante catering y
otros bailan en el centro de la pista. Intento imaginarme a Elliott en este ambiente,
y simplemente, no encaja. Como yo tampoco encajaba ayer en el suyo.
—Y si él te sale
rana, siempre podrás darle unos cuantos hermanitos a Mortimer.
Cuando miro a
Kelly, me guiña un ojo. Luego pasa un brazo por encima de mis hombros y me
conduce hacia la mesa del champan para coger otra copa. Una vez allí, escucho
una voz que me paraliza por completo. Mi cuerpo se tensa y se me pone la piel
de gallina. Kelly, frente a mí, tiene la vista fija en ese punto a mi espalda.
Su cara no deja lugar a dudas, así que, sin mirar atrás, intento alejarme de
allí sin que me vea.
—Rachel, espera
—me pide Kelly cuando me alcanza.
—No puedo estar
aquí si él está.
—Vamos… No me
digas que te ha sorprendido su presencia… Es una cena del Colegio de Abogados y
él es el Fiscal General…
—¿Va con esa
puta?
—No sé… Rubias
hay muchas…
—Kelly, ¿es ella,
sí o no?
—Ajá… —confiesa
finalmente.
—Mierda…
—Míralo por el
lado bueno… No te puso los cuernos con una cualquiera. Han pasado unos años y
siguen juntos…
—Kelly.
—¿Qué?
—No me ayudas
nada.
—Lo siento… Es
que no sé qué decir…
—Es igual. Me
largo.
—¡No! —grita,
pero al darse cuenta de que ha llamado la atención de demasiada gente, rebaja
el tono—. No puedes irte…
—¿Por qué?
—Porque… Porque…
¡Porque no puedes darle ese gusto a Michael!
—Kelly…
—Porque tienes
que demostrarle que lo has superado…
—Superadísimo,
sí.
—Porque tienes
que demostrarle que estás enamorada de nuevo.
—Kelly, ¿cómo
quieres que le demuestre eso?
—Porque él está
aquí.
—¿Él…? ¿Quién…?
—Él —repite,
señalando hacia la puerta de entrada.
Titubeante, me
doy la vuelta lentamente, hasta que le veo. Él aún no me ha visto a mí, así que
me tomo un tiempo para observarle embelesada. Es una sorpresa que esté aquí,
más aún cuando me doy cuenta de cómo va vestido. Lleva un pantalón de traje
negro, una camisa blanca y una corbata a juego con el pantalón. No lleva
americana y puede que los zapatos no reluzcan como los del resto, pero para mí,
está absolutamente perfecto. Mantiene las manos en los bolsillos del pantalón,
y entonces me descubro echando de menos sus tatuajes, ya que las mangas de la
camisa los tapan. En ese momento, gira la cabeza levemente y nuestros ojos se
encuentran. Saca una de las manos del bolsillo y me saluda con algo de timidez.
—¿A qué esperas?
Ve con él y demuéstrale a Michael lo poco que te acuerdas de él. Yo estaré… Por
ahí.
Miro a Kelly, le
sonrío y entonces empiezo a caminar hacia Elliott.
—Hola… —Me
saluda.
—¿Qué…? —Empiezo
la frase, pero luego me echo a reír—. ¿Qué haces aquí?
—Devolver algún
que otro favor.
—Guau…
—Espero que…
—Carraspea para aclararse la voz—. Espero que no te moleste…
—¿Molestarme?
Nos miramos,
manteniendo una distancia prudencial. Distancia algo incómoda, teniendo en cuenta
lo cerca que estuvimos anoche.
—Estás… increíble
—dice mirándome de arriba abajo.
—Tú también.
—Estaba en el
fondo del armario, creo que de la última boda a la que asistí.
—¿Y a que no vas
incómodo? ¿A que no te sientes raro?
—Hace un momento,
una mujer me ha confundido con uno de los camareros…
—Sería una treta
para intentar ligar contigo —le digo, acercándome a él lo suficiente, apoyando
las palmas de las manos en su pecho y susurrándole—: Porque eres, de lejos, el
tipo más sexy de toda la sala.
Elliott
Estoy totalmente
fuera de mi ambiente y se debe de notar a kilómetros. No entiendo ni una
palabra de lo que habla la gente a mi alrededor, llevo una copa de champan en
la mano que sé que no me beberé, pero he pensado que quedaba mal pedir un
refresco, no sé qué cojones estoy comiendo y la corbata me aprieta el cuello.
Pero me da igual, porque los ojos de Rachel brillan de alegría desde que me vio
en la puerta.
—Estaba a punto
de irme cuando te he visto…
—Lo entiendo
—susurro en su oreja—. Entre tú y yo, los abogados tienen fama de ser unos
muermos…
Me da un manotazo
en el brazo, justo antes de dejar que la estreche entre mis brazos.
—¿Ves a ese de
ahí? —Me pregunta, señalando con un movimiento de cabeza a un tipo situado en
la otra punta de la sala. Está acompañado de una rubia despampanante y le rodea
un montón de gente que le ríe las gracias y le miran como si fuera Dios—. Te
presento a mi ex prometido.
—No sabía que
fuera a estar aquí…
—Yo tampoco,
pero, al fin y al cabo, debí imaginarlo, porque es el Fiscal General.
—¿El…? ¿Tu ex
es…?
Le observo
detenidamente, con su porte imponente, su traje hecho a medida, esa seguridad
en sí mismo y esa mirada altiva.
Rachel le observa
con disimulo, aunque sin perderle de vista. En sus ojos veo cierto brillo, pero
soy incapaz de precisar el motivo del mismo. Espero que recuerde que ese tipo
se acostó con otra en su cama, y no todo lo que compartieron hasta ese momento.
Entiendo que estuviera enamorada de él, porque es justamente el tipo de hombre
con el que seguro que tiene muchas cosas en común.
Necesito
distraerla, que deje de mirarle…
—¿Quieres bailar?
—le pregunto de sopetón.
Rachel me mira
con los ojos y la boca muy abiertos. Ladeo la cabeza y señalo la pista con
ella, sonriendo de medio lado, haciendo gala de una seguridad que ahora mismo
no poseo. Ella me da la mano con algo de timidez, y entonces la conduzco hacia
la pista. Nada más llegar, sujeto su cintura con firmeza con una mano y agarro
su mano derecha con la otra. Me mira sorprendida, incluso cuando empiezo a
mecerla de un lado a otro, demostrando que sé lo que estoy haciendo. Siento sus
dedos rozando el cuello rígido de mi camisa y acto seguido acerca su boca a mi
oreja.
—No puedo creer
que hayas hecho esto por mí…
—No es para
tanto… Solo son un par de bailes.
—Me refería a
ponerte corbata —me contesta riendo.
—Eso sí que es un
sacrificio enorme.
Entonces, Rachel
afloja el nudo de mi corbata y desabrocha el botón del cuello de la camisa.
Apoya las palmas de las manos en mi pecho y susurra:
—Mucho mejor…
—No me desates
ningún botón más, porque entonces, en lugar de con un camarero, se van a pensar
que bailas con un pandillero…
Me mira a los
ojos y permanecemos así un buen rato, mientras la música nos envuelve… “Voy a
amarte como si fuera a perderte”, dice la letra de la canción, y no puede ser
más cierta. Sé que no soy suficiente para ella, así que estoy dispuesto a
amarla hasta que se canse de mí y la pierda. Acerco mi boca a la suya, cojo su
cara con ambas manos y la beso. Lentamente, sin prisa, sin importarme nadie a
nuestro alrededor.
Rachel
No me sueltes
nunca… Abrázame… No dejes de besarme…
Esos son los
pensamientos que se repiten en mi cabeza una y otra vez mientras Elliott me
mece lentamente de un lado a otro. Inspiro profundamente, dejándome invadir por
su olor. Me acurruco entre sus brazos, dejándome proteger por ellos. Apoyo la
frente en su hombro, dejando que su aliento haga cosquillas en mi oreja.
—¿Quieres que nos
vayamos?
Levanto la vista
y me doy cuenta de que la sala se ha vaciado de forma considerable.
—¿Cuánto llevamos
bailando? —pregunto, descolocada.
—No lo sé
—contesta Elliott, encogiéndose de hombros de forma despreocupada.
—Perdí la noción
del tiempo…
—Espero que eso
sea algo bueno.
Le sonrío con
franqueza a modo de respuesta, agarrando su mano. Empezamos a caminar hacia el
guardarropa para recoger mi abrigo y mi bolso de mano.
—¿Rachel? ¿Eres
tú?
Su voz vuelve a
helarme la sangre y, durante unos segundos, estoy tentada de salir corriendo
sin mirar atrás, pero entonces, de forma providencial, Elliott aprieta mi mano,
recordándome que no estoy sola. Me doy la vuelta y le encaro, intentando
parecer muy segura de mí misma.
—Ah, hola,
Michael. ¿Qué tal? —Pregunto sin siquiera acercarme a darle un par de besos.
—Eh… Bien, bien
—contesta mirándonos a Elliott y a mí—. Hacía mucho tiempo, ¿verdad? Te perdí
la pista…
Se acerca para
darme un par de besos. Valoro la posibilidad de darle una bofetada, pero
entonces me doy cuenta de que eso sería demostrarle que no he superado lo que
me hizo. Puede que sea verdad, porque creo que nunca lo olvidaré, pero sí me
estoy empezando a olvidar de él. Elliott me está ayudando a conseguirlo. Así
pues, le doy dos besos.
—Michael Jones
—dice entonces, tendiendo la mano a Elliott.
—Elliott Fuller.
Michael asiente
lentamente, mirando a Elliott de arriba abajo, el cual mantiene el tipo
impertérrito, con expresión muy seria.
—Estás…
impresionante —me dice entonces, centrando su atención de nuevo en mí.
—Gracias. Bueno,
ya nos veremos.
—¿Ya os vais?
—Ajá. Tenemos…
cosas que hacer —digo, sintiéndome poderosa al ver cómo nos mira.
Sin más, nos
damos la vuelta y empezamos a caminar hacia la salida. Elliott pone su mano en
la parte baja de mi espalda, de forma posesiva, mientras yo apoyo la cabeza
contra su hombro.
Cuando salimos al
exterior, Elliott se coloca frente a mí y me sube el cuello del abrigo, en un
gesto cariñoso para protegerme del frío. Él parece ser inmune, vestido en
mangas de camisa, con un par de botones desabrochados y las mangas a la altura
de los codos, y tengo que admitir que esta demostración de hombría me encanta.
—Gracias —le
digo—. Sin ti no hubiera podido… Hubiera huido…
—Es él el que
debería avergonzarse, Rachel. Eres una mujer increíble… Y sé que ahora mismo
tiene que estar dándose de cabezazos contra la pared por haberte dejado
escapar.
Al instante,
rodeo su cuello con mis brazos y le abrazo. Me olvido de porcentajes, de
compatibilidades y solo presto atención a mis sentimientos. Solo me importa lo
bien que me siento cuando estoy con él. Al fin y al cabo, de eso se trata, ¿no?
Continuará en su próximo estreno……
Cómo se os ha quedado el cuerpo?????? Os aviso…. Elliot es míooooooo!!!!! Míoooooooo!!!!
Sólo con un capitulo y ya lo amo, lo amo y lo amo!! Y Kelly?? Ian? dios hasta Mortimer!!! Y ese título!!!! Necesito este libro yaaaaaaaa pero como yaaaaaaa!!
Y ahora todas juntas vamos a adorar a Anna García por darnos esta maravillosa noticia, la exclusiva de la que será su portada y esta probada de su próxima historia que va a ser un éxito total, como que lo sabemossssss!!
Graciasssssss Anna G. y por si acaso te lo decimos poco, que sepas que te requetequeremos una cantidad!!!!!
Graciasssssss Anna G. y por si acaso te lo decimos poco, que sepas que te requetequeremos una cantidad!!!!!
Esto es cruel... jajajajajaajaj como esperan que uno sobreviva o que continúe leyendo lo que sea... en serio esta sección debe tener el aviso de "leer bajo su propia responsabilidad" pero como somo masoquistas y adictas a los libros solo puedo decir que es una excelente idea (hasta lo que mi corazón pueda aguantar jajaja). Felicidades chicas!!! Por esta... idea genial??? (Aun lo estoy pensando jajajajaja)
ResponderBorrarWoooooowwwwwwww!!! Necesito más de Elliot y Raquel pq después de este súper avance mi nivel de ansiedad está al límite jajajajajajaaaaaa.....Felicidades chicas por esta gran sección que ya es mi favorita!!! Y felicidades Anna Garcia por sorprenderme y enamorarme con tus historias y tus portadas que me fascinan, eres increíble como escritora y como persona, te requetequiero mucho a tu. Muaks!!!
ResponderBorrarMIS FELICITACIONES CHICAS POR LA NUEVA SECCIÓN, QUE LUJO POR DIOS QUE ANNA GARCIA SEA LA QUE INAGURA LA SECCION TELL ME ONE THING.
ResponderBorrarWOWWWWWWWWWWWWWWWWWWW QUE CAPITULO, COMO AHORA HAGO PARA SOBREVIVIR A ELLIOTT Y RACHEL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! SI YA LOS AME!!!!!!!!!!!!!!! ANNA GARCIA YA NECESITABA UN LIBRO TUYO PARA SOBREVIVIR LO QUE QUEDA DEL AÑO, SE VIENE SE VIENE, POR DIOS TENGO ANSIEDAD Y ESTOY HIPERVENTILANDO, JJAJAJAJAJAJA
ANNA MIS FELICITACIONES POR LA PORTADA ESTA PRECIOSA Y POR ESTE REGALO HA SIDO UN BOCADITO MUY DULCE QUE ME HA DEJADO CON GANAS DE MAS!!!!!!!!!!!!!!! MIS FELICITACIONES ABRAZOS Y BESOS PARA LAS CHICAS Y PARA TI ANNA
Me encanta esta nueva sección y me encanta esta autora. Eso de que Elliott es tuyo habrá que discutirlo....
ResponderBorrarVayaaaaaaa,que pedazo de sección,me encanta,esto es un honor tener a las autoras directamente pero más honor que haya sido inaugurada por Anna García
ResponderBorrarY ahora como sigo yo con mi vida asiiiiiiiiii por dios esta sección es maravillosa ya la amo u quiero más . Anna que maravillosa historia cn este capítulo me has dejado enamorada pero tú tienes ese poder con tus libros. Por favor amo a Elliot es mioooooooo lucharé por él ayyyyyy quiero esa historia yaaaaa. Estado de ansiedad en 3 2 1. Muero de amorrrr
ResponderBorrarY ahora como sigo yo con mi vida asiiiiiiiiii por dios esta sección es maravillosa ya la amo u quiero más . Anna que maravillosa historia cn este capítulo me has dejado enamorada pero tú tienes ese poder con tus libros. Por favor amo a Elliot es mioooooooo lucharé por él ayyyyyy quiero esa historia yaaaaa. Estado de ansiedad en 3 2 1. Muero de amorrrr
ResponderBorrarJAJAJJAAJAJ QUE LIIINDO!!!! Estas HADAS no paran de sorprendernos! MUCHAS GRACIAS CHICAS por ofrecernos siempre lindas novedades que nos miman! MIS FELICITACIONES a ANNA GARCÍA por volver a endulzarme los ojos! Espero que las autoras tengan éxito con este espacio y nosotras oro en libros par nuestros ojitos! Besos a todas y gracias! ❤️
ResponderBorrarWow!!! Quiero más... amo a esta autora. Gracias Hadas!!! Me encanta esta seccion
ResponderBorrarEncantadas con esta nueva sección y que decir de la sorpresa que nos ha dado Anna. Ya se que no me quedarán uñas hasta que salga.
ResponderBorrarMe encantaaaa,que puedo decir,solo que me encanta esta nueva seccion y que quiero mas de este libro,gracias por este adelanto que me ha dejado con ganas de mas...
ResponderBorrarPrimero agradeciendo a las chicas por la nueva e increíble entrada, como siempre mil aplausos!!!! Son geniales, las mejores!!!!
ResponderBorrarY ahora vamos a la mermelada, al meollo del asunto..... PERFECTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!! LO AMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
jajjaja Creo que eso resume lo que siento ahora mismo, pero déjame decirte Anna que eres malvada, malvada, como puedes darnos a probar tremendo manjar, un dulce tan apetitoso y dejarnos totalmente colgadas???? Sé que nos advertiste que es bajo nuestra responsabilidad pero vamos chica!!!! Eso no se hace!!!
te perdono sólo porque ya amo a Elliot!!! Y lo siento por las admis pero a Elliot no se puede poner etiqueta de PRIVADO por que es de aquellos que no puede ser de exclusividad, él es de todas!!!
Anna, es absolutamente perfecto, como siempre todos mis elogios, que manera de escribir y de hacer sentir. Eres lo más!!!! Y desde ya tengo puestas las zapatillas ;)
Ana Garcia gracias por compartir con el blog y darnos este regalo, peroooooo y ahora moriremos en la espera......
ResponderBorrarXiomi Col
Lo que llegas a liar con tan solo un capitulo Anna.
ResponderBorrarCada día te admiro mas reina.
Deseando comprarlo en cuanto salga.
*Felicita a tu creador de portadas, lo a vuelto a conseguir.
May WK
Esperando con mucha ansía tenerlo en mis manos y espero poderlo tener en papel como todos los tuyos anteriormente escritos. Eres una apuesta segura, sabes que me encanta tu pluma y como nos cuentas tus historias y esta promete mucho como todas. Enhorabuena.
ResponderBorrarMuero porque salgo!!! Un libro de Anna es una historia bellísima segura 😍😍😍
ResponderBorrarPor favor, sois crueles. Anna no puedes hacernos esto. Ahora voy a soñar con ellos. Hasta cuando nos vas a tener asi???? Me encanta esta nueva seccion. Gracias chicas.
ResponderBorrarDios mioo no me dejes asi!!! Sos genial Anna amo tus libros. Lo quiero ya!!!
ResponderBorrarAnna x diosssss, es increíble!! Lo quiero yaaaaa
ResponderBorrar