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01 noviembre 2024

Diario de una obsesión (Ultimo Capitulo)



 Hermanas!!! hemos llegado al capito final de esta historia corta, de verdad espero que les haya gustado. 


Para las que les gusta leer de corrido y no por partes les deja un link de descarga del pdf. También si gustan el Ebook ya esta disponible en Amazon (Intente ponérselos gratis pero no me dejo). Si les gusto me encetaría que me dejan un comentario en Amazon o Goodreads.


Sin mas, les dejo con el capitulo final.



Día ocho.




Fue una herida limpia. No necesito puntos. Que bueno cariño, porque debo confesar que soy muy malo en ello.

Hoy no te resistes.

Hoy dejas que te cure, te limpie. Te cuide.

¿Ves, mi amor? No te tomó mucho aceptar tu lugar. Si sigues así, pronto estarás en la habitación de arriba.

Mi hermosa chica.

Mis dedos se hunden en la piel debajo de tu rodilla, dejando una linda tonalidad roja. Me gusta.

Quiero ver de qué otros colores se pueden ver. Que otras partes de ti se pueden teñir.

Eres mía. Puedes negarlo todo lo que quieras pero sentí tu cuerpo bajo el mío.

Te traicionó. Vibró.

Tu respiración se detuvo. El pulso se aceleró.

Tu cuerpo me reconoció.

Como ahora. Por eso, me inclinó hacia ti, dejándote caer un poco el peso de mi cuerpo. Huelo tu cuello, tu cabello. Me pierdo en el hueco de tu clavícula.

Y ese fue mi error.

Siento el ardor en mi cuello, un dolor punzante que rasga mi piel.

Retiro el objeto lacerante y me encuentro con una de mis dagas cubierta de mi propia esencia.

Mi chica traviesa.

Me empujas y te alzas sobre mi en toda tu gloria.

La sangre empapa mi ropa. El colchón. El piso.

Sonríes. Puedo ver la locura asomándose en tus ojos. A la oscuridad coquetearte. A nuestras almas reconociéndose.

Mi pequeño demonio.






Epílogo



Día cero.


¿Recuerdas cuando nos conocimos? No fue el día del ascensor como pensabas. Fue nueve años antes.

Yo te vi, entre los pasillos del supermercado. Vi cómo seguías a mi hermana.

Ella era alta, amable y hermosa. Todo lo que yo no era.

Vi cómo no apartabas tu mirada de ella. Estabas tan al pendiente de sus movimientos que no me prestaste atención.

Pero yo sí. Había algo mal en ti. No te quería cerca. Así que yo le dije a mi hermana, de ti.

Intenté advertirle pero no vio peligro alguno. No vio el depredador que eras. Lo ocultabas bien. Ella solo me sonrió con ternura, volteó su rostro a donde estabas y te saludo.

Se lo devolviste torpemente.

Yo fruncí el ceño.

—Vamos pequeña—. Me empujó hacia la salida.

Nos fuimos a casa y esa tarde desapareció.

Volví al supermercado cada día, buscándote. Para pedirte que me devolvieras a mi hermana. Pero también desapareciste.

Mi mamá se volvió triste y gris, de alguna manera también desapareció. Al final las lágrimas la consumieron.

La policía sólo emitió un boletín de búsqueda. La justicia no existía para la gente común.

Pero no deje de buscarla. De buscarte.

Tiempo después volviste. Pero otra chica bonita te sonrío y tu mirada cambió. Como con mi hermana. Días después desaparecieron. Los dos.

Y ahí entendí. Te gustaban las chicas bonitas. Las que te mostraban afecto.

Las que, a pesar de tu cuerpo desgarbado, tus lentes torcidos y tus zapatos sucios, te prestaban atención.

Así que eso hice. Me convertí en una chica bonita, tropecé casualmente contigo y te sonreí. Te dejé seguirme. Mute en ese veneno que corroe tus huesos. Que te obsesiona.

Y luego me encontraba en un lugar desconocido. Una habitación no muy acogedora, la ventana de techo emitiendo una suave luz que no podía alcanzar. Tal vez nunca lo haría.

Admito que al principio me desorienté. Pero rápidamente me adapté. Estaba lista para pelear.

Hice lo que pude enloquecerte, para que me llevaras a lo más oscuro de ese maldito lugar. Ahí donde dejabas salir al depredador que en realidad eres.

Porque ahí, era donde tenía la esperanza de encontrar algo de mi hermana. Algo para incriminarte. Que demostrará al mundo lo podrido que estás.

Pero al llegar ahí, mi sorpresa fue mayor. Había bajado al infierno.

No era un lugar lleno de fuego como me hicieron creer. El mío era oscuro, húmedo, sucio. El aroma a rancio asfixiando mis pulmones. Los insectos corriendo y polillas enroscadas en las rendijas que provocan las tablas del techo buscando un poco de luz … de libertad.

Pero este lugar estaba lejos de serlo. Estaba lleno de sombras y muerte. Reflejaba las mismísimas entrañas del monstruo que aquí vivía.

El frío me heló los huesos, las cuerdas laceraban mi piel. Y aun así las vi.

Tus colecciones.

Las armas, el instrumental médico y a ellas. Todas ellas. Solo la parte que te permitiste conservar. La única parte que te gusta observar.

Sus ojos.

Sumergidos en pequeños frascos con líquido transparente. Y una etiqueta con sus nombres. Como si fueran especias.

Se me revolvió el estómago, la bilis subió por mi garganta, quemándome a su paso. Las arcadas doblaron mi cuerpo obligándome a expulsar saliva amarga a causa de un estómago vacío. Las lágrimas me quemaban de caer. El dolor explotó en mi pecho dejándome hueca y sucia en el piso de un oscuro sótano. Mi cuerpo tembló de ira y el horror reemplazó al dolor. La venganza nació en la profundidad de mi estómago, caliente, ácida, corrosiva.

¿Pensabas que no había visto nada? ¿Ni tus armas? ¿Las salidas? ¿Tu rutina?

Te gusta observar. A mi también.

Te pierdes en tus acciones. Dejas de prestar atención cuando sientes que tienes el control.

Por eso no viste que agarre una de tus dagas, tampoco que la clave en tu cuello, justo en la arteria carótida. Desangrandote, lentamente.

Pero ahora lo entiendo. Te entiendo.

Entiendo la belleza en tus ojos abiertos por la incredulidad. De la herida sangrante que te provoqué, en el fluir del líquido carmesí. En la luz extinguiéndose de tu mirada. En tu oscura alma muriendo.

Tenías razón, adore el sonido de gorgoteo que emitió tu garganta, el de asfixia que hizo tu nariz. Como te sacudidas intentando aferrarte a la vida.

Atesorare el recuerdo de ver la luz escapando de tus ojos.

Tus ojos.

Nos vemos en el infierno. Cariño.



Fin.

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2 comentarios:

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