siiiiiii! ya tenemos el primer fanfic........
es escrito por una amiga mía y me dejo compartir esta increíble historia......llena de romance y misterio :
Haven
Por: RZTejada
Sinopsis:
Mi nombre es Haven.Tuve un pasado muy trágico. Un pasado del que no me gusta hablar, y que sin embargo me persigue sin descanso. Imagínense que puede pasar cuando me entero de que hay personas... especiales. Y cuando digo especiales, me refiero a personas "Inmortales". ¿Una adolescente problemática como yo, que descubre la existencia de estas criaturas? Esta para morirse, ¿no? Adéntrate a este mundo, del que sin duda jamás habías escuchado. Está lleno de amor, odio, acción, venganza, sorpresas, encuentros inesperados... Y por supuesto... SANGRE.
Capítulo 1
"Querido
Sterling:
Cuando
dejé de creer en al amor, y pensé que nunca mas tocaría en las puertas de mi
corazón..."
Ocurra
lo que ocurra, aun en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan.
-Shakespeare.
12 de
agosto del 2013, 5:30 A.m.
Lunes,
lunes, lunes... Cuanto los odiaba. Era el inicio de un nuevo año escolar en
Lucton School. Un internado ubicado en Inglaterra, Hertfordshire. Era moderno y
al mismo tiempo tenebroso. No se como explicarlo mejor, pero el punto es que el
internado no me gusta para nada.
Me llamo
Haven Wilson y tengo 17 años. La misma edad que tenía mi madre cuando me tuvo.
No fue fácil para ella mantenerme mientras estudiaba y trabajaba al mismo
tiempo. Pero ahora tiene treinta y cuatro años, y esta comprometida con John.
Un futbolista británico, famoso y muy atractivo.
Vivimos
en Oxford, un lugar total y completamente hermoso. Nunca me canso de mirar el
entorno. Las calles, los edificios, los parques... para mi todo seguía siendo
nuevo como el primer día en que me mude aquí.
Camino
hacia la ventana y miro el exterior. Al parecer, hoy lloverá un poco.
Miro el
reloj de la mesita de noche y al ver la hora bajo a la cocina para hacerme el
desayuno. Era muy temprano, pero no tenia ganas de dormirme otra vez, así que
lo mejor seria distraerme un poco. ¿Y que mejor distracción que la comida?
Estoy
sentada en la mesa de la cocina comiendo varias tostadas cuando escucho unos
pasos descender de la escalera.
—Buenos
días, cielo.— saluda mi madre a mis espaldas. La miro sobre mi hombro para
dedicarle una rápida sonrisa y luego vuelvo mi atención al desayuno.
Tenía
puesta su pijama verde oliva de embarazada. Este mes cumplió seis meses y por
ahora todo iba bien. Nada nauseas, hinchazones de pies, ni mareos. Según ella,
ese embarazo era sin duda el mas fácil del mundo. —¿Qué haces levantada
tan temprano?
—Estoy
nerviosa.— declaro antes de darle un mordisco a una tostada.
Ella ríe
y va hacia la encimera para coger una caja de galletas. —Siempre te he
dicho que...
—Lo
sé.— La interrumpo brusca y secamente. Ella me contempla por unos minutos
antes de sentarse a mi lado. Me mira con ojos entrecerrados y luego desvía la
vista hasta sus manos entrelazadas. La fortaleza no era uno de sus valores.
Ella siempre se sentía insegura y se preguntaba constantemente si estaba bien
la manera en que me educaba. Nunca me había dicho eso, pero fueron varias las
veces que la escuche hablar con John acerca del tema.
—Eres
muy talentosa.
—Aja.— pongo
los ojos en blanco sabiendo que por ahí venía aquel discurso en el que decía
que era una niña muy especial, una flor... bla, bla, bla.
—Lo digo
en serio, Haven. Eres una flor preciosa la cual me gustaría ver crecer. Lo que
pasa es que estas enterrada en tu capullo y no quieres salir por ti misma. Pero
ya lo veras, tarde o temprano saldrás y te darás cuenta de lo importante que
eres.-—nos quedamos en silencio unos minutos.
¿De
donde salió el tema? ¿Que tiene esto que ver con mis nervios? Comienzo a pensar
en una decente respuesta, que no la hiriera y no nos hiciera discutir hasta el
punto de enojarnos.
Ella
hacia su propio desayuno cuando por fin decidí hablar. —Puede ser que
pase.— hice una pausa y ella me observa sobre su hombro. Le lanzo una
corta mirada y me encojo de hombros haciéndole creer que no me importaba. —Pero
puede ser que no.— me paro de la silla dejando los trastes en la mesa. Me
dirigía hacia las escaleras dispuesta a subir a mi habitación cuando unos
fuertes brazos me rodearon la cintura y me hicieron dar media vuelta.
—¡¡Haven!! — grita
John cerca de mi oído en tono alegre. Hice una mueca. El me agarra la cara con
ambas manos y rosa sus labios contra los míos.
—No
vuelvas a hacer eso.— digo con voz chillona forcejando contra el. Mi mamá
explota de la risa como hacía cada vez que el y yo peleábamos, porque (por
alguna extraña razón) eso la hacía pensar en los muñequitos animados de la
tele. —Odio que me beses en la boca y lo sabes.
—Bueno... podemos
hacer una tregua.— me cruzo de brazos fingiendo estar enojada. —Dejo
de besarte si prometes no humillarme delante de las personas llamándome Johnny
Popote.
Esbozo
una gran sonrisa —Pero es un nombre muy lindo. Johnny Po...
¡Ahh!— grito al ver que se abalanzaba hacía mi. Corro lo más rápido que
puedo por las escaleras para evitar que el me vuelva a besar. Cuando entro a mi
habitación, (a mi fortaleza que me resguarda de horribles personas como John)
empiezo a cambiarme de ropa. Escogí lo primero que vi en el armario, unos jeans
oscuros, camisa de cuadros negros y blancos, y tenis converse negros. Reviso
mis maletas por si acaso no dejaba nada esencial y descubro que sí: ¡Mis
libros!
Cuando
empaco unos cuantos que aun no había leído, camino hacia el garaje con las
maletas en las manos y le grito a mi madre: —¡¡Estoy lista!!
—¡Diez
minutos, cielo! — me responde. Esbozo una sonrisa y voy directamente
hacia el auto de John.
¡Madres!
Si te dicen diez minutos, es que tardaran media hora.
Salgo al
exterior de la casa y me paro frente a ella mirando el balcón de mi habitación.
Suspiro.
Otro año
alejada de casa. Eso era lo peor de todo.
*****
Elise,
mi madre, trataba de convencerme de que este semestre iba a ser el mejor de
todos. Y en lo único que podía pensar era si en verdad sería el mejor de
todos... o el peor. Sacudo la cabeza queriendo sacar aquel pensamiento. Tenía
que ser positiva... O por lo menos intentarlo.
Miro a
mi alrededor buscando con qué distraerme, pero todo era lo mismo de siempre.
Nada había cambiado. El vestíbulo estaba lleno de risas, lágrimas y caras de
miedo. No era necesario, para mi, observar el entorno.
—No veo
ningún rostro nuevo por aquí.— dice mi madre y yo volteo el rostro para
mirarla. Le sonrío mientras muevo una de mis piernas constantemente haciendo
evidente que estaba nerviosa. No podía evitarlo. Siempre me ponía así cada vez
que venía al internado.
Elise
observa mi rostro fijamente con ojos brillantes y aguados. Miro hacia ambos
lados detrás de mí tratando de buscar a otra persona a la que haya estado
observando de esa manera que no sea yo. Pero no había nadie a excepción de la
recepcionista. Y claro, la recepcionista no es tan importante para mi mamá como
para hacerla llorar.
—Has
crecido tan rápido...
"¡Ay,
no!" Pienso. "Allá vamos otra vez."
—Recuerdo,
como si hubiera sido ayer, el día en que te tuve entre mis brazos...— ella
rompe a llorar y yo la miro desesperada, sin saber que hacer.
—Oh,
Dios... — murmuro más que avergonzada. Alargo una mano, vacilante, y
acaricio la espalda de mi madre frotándola de abajo hacia arriba.
Esa
escena era muy embarazosa, tomando en cuenta que muchas personas nos miraban.
Paso mi mano libre por el cabello sin tener la menor idea de que hacer o que
decir.
—No te
pongas así... mamá. Estaré bien.— ella se sorbe la nariz y seca sus
lágrimas con ambas palmas de la mano. Al ver mi expresión seria da dos pasos
hacia atrás y se disculpa.
—Lo
siento, cielo. Las hormonas me tienen muy mal.
"Oh,
si. Las famosos hormonas." pienso y dibujo en mi rostro una sonrisa
forzada.
—No
importa. — le digo para hacerla sentir mejor.
Cuando
llega el tiempo de marcharse, Elise se para en seco frente a las escaleras de
piedra. Sigo el curso de su mirada para encontrarme con tres rostros
desconocidos. Cambio de postura para observarlos mejor.
Era la
primera vez en dos años que entraban personas nuevas. Un par de chicas a
nuestra derecha también miraban con atención a los nuevos estudiantes y se
cotilleaban entre sí lanzándose risitas nerviosas, lo cual resultaba ser
insoportable para mi.
Mientras
los tres terminan de subir la escaleras hago creer que miro mis uñas. Vuelvo a
mirarlos cuando ellos pasan por mi lado. Trato de grabar en mi mente cada
detalle físico de los tres.
Si bien
eran muy bonitos, mi mente me decía que había algo mas que solo yo podía
captar. Comienzo a repasarlos sin hacer el mínimo intento de disimular.
El
cabello de la chica era largo y le caía en cascada hasta la espalda. Era largo
y sedoso, de color castaño oscuro y algunas mechas doradas. Ella caminaba con
gracia y seguridad. Llevaba un jersey blanco y unos pantalones Seven
acompañados de unas botas negras sin tacón. Llevaba en la mano un bolso de
viaje Miu Miu que hacia juego con sus botas.
"Muy
elegante." pienso.
El
segundo era un poco más suave. De rasgos perfectamente definidos, mandíbula
cuadrada y ojos verdes. Su rostro estaba levemente sonrojado y supuse que se
debía al gran esfuerzo que hacía por tratar de llevar dos maletas de buen
tamaño. Llevaba un abrigo de terciopelo negro, unos vaqueros y tenis Nike. No
había ninguna pista de anillos en los dedos, piercings, ni nada por el estilo.
Y a decir verdad, el no parecía un estudiante de secundaria. Mas bien, parecía
un universitario.
"Muy
sencillo." digo en mi mente.
El
tercero parecía un modelo. Llevaba una chaqueta de cuero y unos pantalones
negros. Y aunque se le veía muy rudo, no pude evitar imaginármelo montando a
caballo en una alta colina y con una brillante armadura. Tenia el cabello
castaño oscuro y sus ojos eran del mismo color que el del segundo chico. A
parte, también parecía un universitario.
"Muy
sexy." vuelvo a pensar y rió por lo bajo.
Como si
me hubieran escuchado, los tres voltean la cabeza para mirarme fijamente a los
ojos. Aquellas miradas me intimidaron bastante, no pude negarlo. Miro hacia
otro lado mientras meto una mano en uno de los bolsillos delantero de mi
pantalón y toco un anillo de oro. Lo saco y me lo pongo en mi pulgar izquierdo
mientras mi mente comienza a vagar.
Juro que
esta escena parece sacada de Crepúsculo o algo así.
Paso una
mano por mi cabello mientras me digo a mi misma que ser una lectora empedernida
tiene sus ventajas. Tal vez, no tardaré mucho en enamore del señor Sexy y
darme cuenta de que es un vampiro.
Puede
darse el caso. Y no duden en que me daría un ataque de risa si lograba
encontrarme en una situación así.
—¿Qué
pasa?— le pregunto a Elise que me mira de forma extraña.
Ella
sacude la cabeza, pero yo se porque me esta mirando asi. Estoy sonriendo y eso
es algo que muy pocos logran ver en mi. Sonrío muchas veces, pero cuando estoy
sola. Si estoy con alguien me vuelvo toda seria e indiferente.
—Nada.
No pasa nada, cielo. — sonríe y coloca sus manos en mis mejillas para
besar mi frente.
—Elise...
—No es
nada especial. Estaba pensando en todas las cosas que tengo que hacer para
decorar la habitación del niño...
-— Si,
claro.— La interrumpo. —No pienses que me tragaré esa
historia.— ella suelta una carcajada y mira a los nuevos chicos.
—Está
bien, cielo. Hablamos el sábado, ¿sí?
—Como
quieras.— suelto un poco molesta. Vuelvo el rostro hacia los nuevos y
suspiro. No podía parar de pensar en como estará el Internado con estos
ricachones.
Me
detengo en seco por un momento. Estoy pensando demasiado últimamente. Mejor
seria cortar esto inmediatamente.
Camino
hacia la puerta principal, lo cual me obligaba a pasar por su lado. Trato con
todas mis fuerzas de no mirarlos directamente a los ojos, ¡y valla esfuerzo que
realizo! En serio, eso fue algo totalmente trabajoso para mi. De alguna manera
sentía que no debía despegar ni un ojo de ellos, pero mi lado racional me
convencía de que actuara con indiferencia. Me decía una y otra vez "No es
para tanto. Solo son estudiantes nuevos."
Bajo la
cabeza para que el cabello tape mi rostro, y mientras tanto apresuro el paso
sintiendo tres pares de ojos fijos en mi espalda. En cuanto entro al vestíbulo
suspiro del alivio. Pero ese alivio se esfuma rápidamente cuando siete minutos
más tarde entraron los nuevos seguidos por los demás alumnos del internado.
La chica
le susurra algo a los dos jóvenes y luego desvía la vista hacia la puerta,
donde Dacy entraba seguidas de sus "rabitos", Melanie y Tonny.
Las tres
sonríen al ver a los estudiantes nuevos y caminan descaradamente hacia ellos.
Algo que saben hacer a la perfección.
Juntas
son las reinas del horror. Nunca desperdician una oportunidad para aprovecharse
de mi y de los demas alumnos del internado. Son capaces de hundir a quien sea
que se cruce por su camino y que signifique una amenaza para su reino maldito.
Comparándolas
con las chicas bonitas y populares de las películas, a parte de esas
características, también poseen la de paralizarte con tan solo una mirada o la
de hacerte sentir como una mierda cuando se lo proponen.
Por
suerte, ahora conmigo nada de lo que hacen me hiere. Hace un par de años
aguante cosas peores que esas. En comparación, sus maldades solo me hacían
cosquillas, y gracias a mi actitud "me da igual", "vete a la
mierda" o "no te metas conmigo" le hice ver a Dacy y a su
grupito de estudiantes populares que nada de lo que me hacina me dañaba.
Y no
saben cuan satisfactorio fue sacarme a esa perra y sus secuaces de encima.
La
directora Elizabeth entra al vestíbulo y manda a callar a todos los alumnos.
Era lo mismo que todos los años. Daba una pequeña charla de bienvenida de cinco
minutos y luego nos mandaba a nuestras habitaciones correspondientes. Elizabeth
era lo bastante joven como para controlar un internado de adolescentes
malcriados. Tenía alrededor de unos 30 a 35 años. Mayormente, la ropa que
utilizaba cuando estaba en el internado la hacía ver de mayor edad. Pero cuando
la veíamos en la ciudad junto con los grupos que le tocaban día de excursión
fuera del territorio Lucton, la ropa que se ponía la hacia ver mas de su edad.
Con las
maletas tumbándome ambos brazos, voy hacia la residencia de las chicas y subo
hasta el segundo piso. Mi habitación era la número 216 según el papel de
re-inscripción. Lentamente camino por los pasillos hasta encontrarla. Abro la
puerta y entro cerrándola de golpe detrás de mí.
Observo
el dormitorio detalladamente. No se parecía en nada a mi antigua habitación.
Esta era un poco mas colorida, más grande y con armario más espacioso. Las
camas estaban frente a la puerta en forma vertical y el closet quedaba en la
pared derecha de la habitación. Lo único que dividía las camas era la mesita de
noche que llevaba una lámpara azul oscuro. A la izquierda había un espacio
con dos mesas de estudio y materiales escolares.
Se abre
la puerta rápidamente y un estallido de risas cruza por ella.
—Gracias
por ayudarme a encontrar la habitación.
—No es
nada. De todos modos, me gustó mucho hablar contigo.— dice una voz
familiar. Dacy ¿Quién no la reconocería? —Me gustaría saber quién es
tu compañera de habitación.— ella empuja a un lado a la persona (que aún
no reconocía) amistosamente para pasar, e inmediatamente se detiene al verme
sentada en la cama de la izquierda. —¡Ay, no! Te toco La
Rara.— masculla asqueada como si eso fuera algo extremadamente
desagradable.
—¿La
Rara? ¿Quién...?— la chica de la puerta da la media vuelta y se detiene de
repente. Me lanza una mirada de compasión. Ella era la chica nueva, la que vi
en las escaleras antes de que mi madre se fuera. —Oh, ¿Ella? No le veo
nada de raro.
—Con el
tiempo te darás cuenta.— dice Dacy. Se marcha rápidamente, sin despedirse.
Aguantar
menos de un minuto en la misma habitación que yo era una completa tortura para
ella, según cuentan.
En ese
momento, se hace un silencio muy incómodo en toda la habitación. Me paro
de la cama, donde minutos antes me había sentado, y subo mis maletas dispuesta
a organizar mi equipaje ignorando a la nueva chica.
La
verdad es que tenía pinta de ser una de esas personas superficiales, como por
ejemplo Dacy. La miro de reojo varias veces y me doy cuenta de que estaba en lo
cierto al fijarme en el montón de cosas extravagantes que tenía en esa maleta.
Saco mis
libros y los tiro en la cama diciéndome una y otra vez lo tonta que había sido
al subestimar a "la nueva". Ella mira mi cama mientras yo estoy
maldiciéndome una y otra vez mentalmente. Toma uno de mis libros y lee la
contraportada. Yo observo con mucha cautela cada movimiento que hacían sus
ojos. Era algo muy impropio de mí hacer eso, pero no pude evitarlo.
—¿Te
gustan estos tipos de literatura?— pregunta girando el libro.
—Em...
si.— frunzo el ceño al ver la expresión en su rostro.
Millenium
era uno de mis libros favoritos.
—Yo prefiero
la literatura romántica.
—No
pregunté.— mascullo con tono brusco quitándole el libro de las manos de
mala gana y tirándolo nuevamente a la cama.
—Solo
agregaba un comentario.— gira hacia su cama y comienza a desempacar su
maleta
Después
de aquel momento, no volvimos a dirigirnos la palabra.
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